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En respuesta a esas necesidades hemos formulado una disciplina específica para nuestra época: la ecología social también es denominada anarquismo verde o ecoanarquismo, es una corriente filosófica que surge de la unión del ecologismo clásico y los postulados de corriente anarquista.
Según la visión del propio Bookchin, la naturaleza se autorregula de forma autónoma y sin necesidad de la existencia de una autoridad que la rija. Del mismo modo, todos los seres vivos que la integran, establecen relaciones locales e interconectadas entre sí, lo que lleva a una visión holística (visión global en la que todo está conectado) y que define el éxito de la naturaleza y de la vida biológica en sí misma.
Actualmente existe un consenso generalizado sobre la necesidad de replantear el modelo de consumo masivo de nuestras sociedades. No hacerlo implicaría poner en riesgo el equilibrio planetario y, al mismo tiempo, nuestra supervivencia como especie humana. ¡Es urgente empezar a tomar medidas al respecto!
De hecho, es común que se hable de modelos como el comercio justo, el cual no solo se caracteriza por fomentar prácticas respetuosas con el medio ambiente, sino que además contribuye al desarrollo social y económico de los entornos.
Los movimientos ecologistas de los años 80 y 90 fueron los primeros en advertir sobre problemas que hoy se han convertido en verdaderas amenazas, como por ejemplo el calentamiento global o el cambio climático.
Sin embargo, lo hacían basándose únicamente en un enfoque medioambiental, es decir, como si la conservación de los recursos y los entornos fuera algo exclusivo de ciertos campos de acción. Ese es, precisamente, el gran aporte de la ecología social: integra de lleno el papel de las sociedades al cuidado del medio ambiente.